SAN JOSÉ DE COSTA RICA

Ya recuperados del accidente en Panamá, partimos rumbo a Costa Rica con la ilusión de conocer Centro América. Pasamos otra vez por el puesto policial de la carretera e hicimos la infaltable parada para saludar a aquellos que nos habían ayudado tanto. 

Paramos también a la entrada del puente sobre el río Teta donde todavía podíamos ver las manchas difusas de mi sangre y las de Manuel.

La condición de la carretera comenzó a cambiar y nos encontramos con caminos de piedra y tierra muy diferentes a los pasados en Panamá. Un fuerte ruido nos rompió nuestra tranquilidad y vi que la cobertura de la cadena primaria de la Indian se había partido en pedazos. Se había roto la cadena y el chicotazo rompió la carcasa que la cubría. El calos era impresionante, la carretera espantosa y la pobre Indian sin poder proseguir el camino trazado por nosotros. Tenía una cadena de repuesto y comencé a desarmar las partes para instalarla lo más rápido posible. Eduardo fue en busca de agua tratando de encontrar alguna casa en el camino y regresó con un pote lleno de la misma, que aunque caliente por las altas temperaturas igualmente la bebimos. 

El problema era que la caja que se había roto en cientos de pedazos y era en parte necesaria ya que a ella se le debía el funcionamiento del embrague y si este no podríamos seguir viaje. Comenzamos a recolectar los pedazos y a armar el rompecabezas pegando las partes con barro que hicimos utilizando algo del agua que Eduardo había traído. Luego, apretamos esos pedazos con la tapa usando los tornillos axiales que la aguantaban y pudimos así con ese precario arreglo seguir el camino al norte. La idea era encontrar un taller de motocicletas para conseguir otra parte o hacer soldar los pedazos que estaban sostenidos precariamente por aquella mezcla de barro. Entramos en San José y una de las cosas primeras que divisamos fue el deseado taller. Paramos y conocimos a su dueño que increíblemente era uruguayo. Juan Antonio Najarián se había casado con una costarricense y vivía en San José hacía ya muchos años. Al saber que yo era un compatriota, decidió ser nuestro ángel... nos consiguió una nueva parte que instaló si cobrarnos, nos alojamos en su taller y fue nuestro guía turístico en aquella ciudad que en ese entonces estaba cubierta de cenizas de un volcán que había estado en erupción.

Otra vez la suerte nos había vuelto a ayudar... encontrar a aquel taller y que su dueño fuera uruguayo, era casi como encontrar una aguja en un pajar. Estuvimos allí unos días disfrutando las atenciones de Juan y después de agradecerle infinitamente lo que había hecho por nosotros y despedirnos con fuertes abrazos, decidimos seguir nuestro camino.   

 

 

Categorías: Mi Viaje

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