PANAMA

Al fin arribamos al puerto de Panamá. Pensaba que ya estaría el dinero que había pedido a mi padre en el banco, pero nos dimos cuenta que era sábado y el mismo estaba cerrado hasta el lunes.

Otros dos días de hambre que tendríamos que aguantar. La suerte nos acompañó y por pura casualidad vimos un escudo uruguayo anunciando un consulado de mi país. Toqué timbre y me salió a recibir un señor que se presentó como Rodrigo Núñez, cónsul honorario de Uruguay en la ciudad de Panamá. Me presenté a él y sin mucho preámbulo le expliqué la situación en que estábamos y le pedí 10 balboas que eran equivalentes a 10 dólares americanos. Le dejaría una cámara, mi pasaporte o lo que él quisiera para que el lunes cuando retirara el dinero del banco le pagaría el préstamo. No quiso recibir nada a cambio y me dio 20 balboas. Nos despedimos agradecidos y corrimos en busca de algún restaurante barato tratando de apaciguar el hambre y recobrar fuerzas.

Como Eduardo era periodista y yo tenía cartas de la CX8 radio Sarandí de Montevideo, conseguimos alojarnos gratuitamente en La Casa del Periodista.

Llegó el lunes, saqué el dinero del banco que me había llegado y la primera parada fue al consulado uruguayo para devolver el préstamos que tan bien nos hubo venido. Vimos una tienda donde vendían ropa usada del ejército norteamericano y entramos a curiosear. Terminamos comprando unos mamelucos anaranjados de la aviación norteamericana, una nueva tienda de campaña y yo me compré un par de botas que tenían tanto de feas como de cómodas. Nos dedicamos a recorrer la ciudad, Panamá la vieja, el importante canal y otros lugares de interés. Llegó el día de nuestra partida y tomamos el camino a Costa Rica. Nos pararon en un puesto policial para pedir documentos y entablamos cierta amistad con los oficiales que nos invitaron a tomar unos deliciosos refrescos. Seguimos buscando el norte... la carretera asfaltada y lisa nos invitaba a correr. estábamos por atravesar el puente sobre el río Teta y escuché un ruido en la parte delantera de la Indian... después fue solo oscuridad. Habían pasado tres horas y recobré el conocimiento cuando me estaban entrando en una camilla al hospital Santo Tomás y la gente gritaba "Un accidente de aviación". El mameluco hecho trizas que habíamos comprado en la tienda de productos militares, y la lamentable condición de mi figura, hacía pensar que había estado envuelto en un accidente de aviación. A mi lado estaba Manuel con una mano totalmente en carne viva. Al momento nos atendieron... me habían encontrado tres costillas rotas, la rótula de mi rodilla derecha estaba expuesta y una herida debajo de la mandíbula había cercenado ligamentos y mi boca estaba torcida.

QUE HABÍA PASADO

La horquilla de la Indian se había roto y perdimos la rueda delantera. Según el informe policial nos habíamos arrastrado 58 metros. Me contaron que nunca me separé de la motocicleta... eso era lo que había aprendido cuando participaba en carreras que si te caías la máquina te serviría de escudo con otros corredores que podían atropellarte. También me contaron que uno de los oficiales que habíamos hecho amistad un hora antes, pesaban por el lugar en una camioneta y nos trasladaron a Manuel y a mí al hospital.

Al otro día del accidente ya estaba en un cuarto de traumatología lleno de enfermos. Piernas o brazos quebrados... en fin de todo pero nada como lo mío. Salimos en primera plana de los periódicos y me vino a visitar el Cónsul uruguayo Rodrigo Núñez junto al embajador el Sr. Carriot. Núñez era algo así como director del hospital y yo tuve la mejor atención. Los otros pacientes que no apetecían comer, me pasaban las bandejas que yo devoraba poniéndome al día.

Uno de los oficiales amigo, me vino a visitar y me dijo que la Indian estaba en el taller de la Motorizada y me iban a dar una mano en el arreglo.

A los 17 días me dieron de alta y cojeando le pedí a Eduardo que me llevara a ver la Indian. No había repuestos para la horquilla y me ofrecieron una de Harley a ver si la podía adaptar. Usando mis conocimientos de mecánica y pagando por el alquiler de un viejo torno, fabriqué unos casquillos y pude solucionar el problema.

Nos fuimos a despedir del Cónsul, nos abrazamos con tantos amigos de la policía Motorizada y partimos ahora sí, hacia Costa Rica.    

 

Categorías: Mi Viaje

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  • BobbyNutle  
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