LIMA

Noviembre 9, de 1964

El océano Pacífico y una carretera asfaltada nos estaban esperando antes de nuestro viaje a Lima, la capital del Perú. La Indian rodaba tan fácilmente que nos olvidamos de los malos momentos pasados en Bolivia y de los pésimos caminos que habíamos tenido que recorrer para llegar hasta allí.

A la orilla de aquel turbulento mar al  que irónicamente llamaban Pacífico, sentado sobre una roca escribí:   

Al fin salimos del infierno. Acabamos de tomar un baño en el otro océano. Nos parece mentiras volver a ver asfalto después de tanto tiempo rodando por los intransitables caminos de la cordillera de los Andes. Estamos disfrutando de esta soleada tarde y dentro de unos minutos seguiremos nuestro viaje.

- Besa la carretera Manuel... le decía con alegría a mi compañero de viaje mientras me arrodillaba sobre el asfalto.

- Al fin... decía Manuel mirando algo que casi habíamos olvidado y agachándose también a besar el camino asfaltado.

- Ahora si que vamos a poder hacer kilómetros sin tanto sufrimiento... decía yo bailando de alegría.

- Pareces un indio... decía Manuel...

- Es que me contagié...

Rodamos hacia en norte, y alegres arribamos a "La tres veces coronada villa" como solían llamar a la capital del Perú. Vimos una ciudad de contrastes con una arquitectura colonial mezclada con lo moderno de la época. Nos recibió Eduardo Caso, un fotógrafo de El Comercio uno de los periódicos más importantes de Lima.  Eduardo guiaba una motocicleta Suzuki y vimos desde el primer momento el entusiasmo que mostraba en esta aventura que nos habíamos impuesto.

Lima se ve esplendorosa, con su aspecto colonial, sus jardines y sus parques. Hacía tiempo que no disfrutábamos de una ciudad y Lima nos ofrece todo. Estamos hospedados en casa de Don Santiago Caballero, que sin conocernos nos da albergue en su modesta casa del barrio de la Victoria. Lo habíamos conocido en una plaza de Lima, cuando como muchos otros curiosos se acercó a saludarnos y hace preguntas sobre nuestro viaje. Don Santiago se ganaba la vida haciendo lo que ellos llaman "carreras" en su viejo automóvil transportando personas de un lado a otro sin licencia de taxi, o sea ilegalmente.   

La tienda Bata nos regala zapatos y botas y Don Ofrio, un simpático viejito italiano dueño de varias empresas de comida y de chocolates, nos llena el cajón de la motocicleta de enlatados.   

Esta gente limeña tan amigable, tan gentil y con tanta vida, nos contagian y nos animan a continuar nuestra aventura que hasta ahora no ha sido muy cómoda.

Logramos hacer muchas amistades, entre ellas a María Victoria que llegó a ser uno de mis tantos amores pasajeros de nuestro viaje tan lleno de aventuras.

Un día Eduardo nos pidió unirse a nosotros y viajar con su Suzuki. Le dijimos lo mismo que yo le había dicho a Manuel en Río de Janeiro. Si estás dispuesto a pasar todo tipo de inconvenientes y no claudicar... únete.

Así partimos dos motocicletas y tres amigos siguiendo el camino al norte rumbo a lo desconocido.

Categorías: Mi Viaje

Comentarios

No hay comentarios

Añadir comentario

Encerrando entre asteriscos convierte el texto en negrita (*palabra*), el subrayado es hecho así: _palabra_.
Smilies normales como :-) y ;-) son convertidos en imágenes.
Direcciones e-mail no serán mostradas y sólo serán utilizadas para notificaciones a través de esa vía

Para prevenir un ataque spam en los comentarios por parte de bots, por favor ingresa la cadena que ves en la imagen mostrada más abajo en la apropiada caja de texto. Tu comentario será aceptado sólo si ambas cadenas son iguales. Por favor, asegúrate que tu navegador soporta y acepta cookies, o tu comentario no podrá ser verificado correctamente.
CAPTCHA