DESDE POTOSÍ A LA PAZ

Octubre 4, de 1964.

En una tarde oscura, arribamos a este pueblo boliviano que nos lleva a pensar que en su tiempo fue una ciudad llena de atractivos coloniales, pero actualmente está abandonada a su propio destino.

En las calles de Potosí, conocimos a Rudy. Rudy era como tantos otros curiosos que se acercó a nosotros queriendo saber algo más de nuestro viaje por el mundo. Después de haber conversado largo tiempo con él, nos invitó a pasar la noche en su casa diciéndonos que no iba a estar allí y ofreciéndonos hasta su propia cama. Rudy se marchó y Manuel y yo nos acomodamos para pasar la fría noche. La sorpresa no duró mucho. A las tres de la mañana apareció Rudy más borracho que una uva. Aparentemente, el alcohol le había hecho olvidar el cercano pasado y no entendía quiénes éramos nosotros y que estábamos haciendo en su casa. Despavorido gritaba: - Márchense... márchense o llamo a la policía. Silenciosamente salimos a enfrentarnos otra vez con el intenso frío de los Andes. Buscando un lugar fuera de la población armamos nuestra precaria tienda de campaña, estiramos nuestros sacos de dormir y sin llegar a entender como el alcohol puede afectar la mente humana, pasamos una de las noches más frías de nuestro viaje.

Octubre 5, de 1964. 

La noche pasó... despertamos y vimos con alegría el sol. Tal vez hoy nos vaya mejor que ayer, por lo menos nos sentimos contentos al ser acariciados por el astro solar, que aún con su debilidad matinal nos reconforta. Estos caminos andinos de pura tierra seca, están rodeados de una soledad impresionante. Es como si la vida se hubiese paralizado sin dejar rastros de civilización alguna. El silencio es total y nuestras nostalgias se dejan sentir dentro de nuestros propios pensamientos. Desde ese punto, comenzamos realmente a trepar los Andes y también a encontrarnos con pésimos caminos. Atravesamos rutas de arena suelta enmarcadas por rocosos y peligrosos desfiladeros. Llegamos a un río, y aunque al otro lado se veía que el camino continuaba no había puente para cruzarlo. Ese fue el primero de muchos y encontramos la solución plantando estacas de madera que cortábamos de los árboles, caminando buscando las partes menos hondas y plantándolas para asegurarnos que el encendido o la parte eléctrica de la Indian no se mojara. Sabíamos que empujarla dentro del agua sería imposible.

La altura nos había comenzado a afectar, tanto a nosotros como a la pobre Indian. Resolvimos el problema de la motocicleta abriendo al máximo la toma de aire del carburador, pero no el nuestro. Conocimos a unos indígenas y nos invitaron a masticar hojas de coca que aplacaba la incomodidad del poco are que recibían nuestros pulmones.

En cada pueblo que pasábamos nos advertían que en cualquier momento podía comenzar la revolución en contra del gobierno de Paz Estensoro. y sin prestar mucha atención a las advertencias de los pueblerinos llegamos a la ciudad capital, la Paz, que irónicamente nos recibió en guerra.  

Categorías: Mi Viaje

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  • BobbyNutle  
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