EL CONQUISTADOR

Era una reunión de puros hombres... y que íbamos a hablar si no era de mujeres. La conversación iba y venía y cada cual traía recuerdos de conquistas pasadas. Una manera de mantenerse vivo con historias que casi siempre ponían al que la contaba como un héroe en la materia o lo dejaba en ridículo.

- ¿Y usted que viajo tanto por el mundo... como hacía una conquista cuando no hablaba el idioma del país?

Una buena pregunta que el mencionado tendría que contestar con algo creíble.

- Bueno... le paso a explicar un acontecimiento que creo podrán disfrutar:   

Había llegado yo a la ciudad de Seal Beach, en California, y no hablaba una palabra de inglés. En mi paso por México, conocí a Frank que era un norteamericano que hablaba español y me había ofrecido alojamiento en su casa cuando llegara a Seal Beach. Frank era hijo de padre estadounidense y madre mexicana la que le había impuesto su idioma "casi a la fuerza" decía Frank; que lo dominaba perfectamente.

A mi llegada, me había presentado a varios amigos con los cuales me podía comunicar con su ayuda cuando me serví de traductor.

Como Frank tenía una boutique de arte, además de conseguirme un trabajo de escultura como decoración en casa de una persona pudiente y con la que logré hacer bastante dinero, me puso en contacto con un carpintero que me cedió un rincón de su taller en donde comencé a tallar figuras pequeñas que Frank las vendía en su negocio. Como artista, Frank me presentó a Sharon, que enseñaba arte en una universidad de Los Ángeles. Sharon era mayor que yo, recién divorciada, rubia como el trigo y con hermoso cuerpo que invitaba a la conquista.

Y ahí viene el problema mencionado, no tenía idea de cómo hacer para poder pasarle una mano a aquél monumento de mujer sin poder comunicarme con ella.

Había llegado mi cumpleaños. Frank y los amigos me invitaron a un restaurante para festejarlo, me sentaron al lado de Sharon y mi mente iba más rápido que un fórmula uno, tratando de encontrar la manera de exponer mi sentimiento o tal vez... mi deseo. Bailamos, nos tocamos y quedaba claro que había algo entre los dos que era fácil de ver.

Eso me daba ánimos para seguir apretando el acelerador de la mente. Agarre velocidad y se me ocurrió algo muy simple. Tomé una lapicera y en una servilleta del restaurante dibujé una casa con la puerta cerrada. Saqué mi pequeño diccionario y escribí en inglés: "your house"... su casa. luego dibujé otra con la puerta abierta y escribí: "your house tonight"... tu casa esta noche. Me sorprendí que Sharon le mostró a Frank mi dibujo y a su vez, Frank lo mostraba a los demás... ahí mismo me bautizó con el nombre de "El Conquistador" y un poco avergonzado no tuve más remedio que reírme... me estaba riendo de mi mismo.

Terminada la reunión nos marchamos cada cual para su casa. Yo, esperé un poco en casa de Frank y salí a caminar. La puerta en casa de Sharon estaba abierta... Esa  noche y muchas más hasta que llegó el momento de seguir mi viaje. Sharon quería que me quedara, me ofrecía trabajo para enseñar escultura en la universidad, pero yo tenía otras metas.  

Siempre pensé que una imagen vale más que cien palabras. Y dos imágenes, más todavía.

Categorías: Cuentos

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