LAS VUELTAS DE LA VIDA:

Marta tenía 42 años y Juan 50, cuando Marta quedó embarazada. Ya tenían 20 años de casados y la vida no le había dado hijos, por lo cual estaban al borde del delirio, en el buen sentido de la palabra. El Doctor Porfido, ginecólogo de Marta, le hizo todos los exámenes que confirmaron su embarazo que ya estaba de dos meses. Juan estaba preocupado tanto por Marta como con el futuro miembro de la familia, y su preocupación se basaba en la edad de Marta y en que el bebé llegara al mundo saludable.

El Doctor Porfido le hizo varias ecografías cuando ya tenía tres mese de embarazo y según él, todo se veía normal. Juan insistía preguntándole si esos exámenes eran del todo seguro y el médico le decía que sí lo eran. Así seguían pasando los meses, el vientre de Marta se abultaba con el tiempo y ella no podía contener la alegría de tener un hijo, y no veía la hora de su nacimiento. Juan seguía insistiendo con más pruebas y el médico le realizó otras ecografías afirmándole a Juan que todo estaba normal. Juan era un tipo nervioso y ya le había dicho a Porfido que si el niño venía mal él no lo quería. Porfido, lo calmaba repitiéndole su opinión y solo quedaba esperar.

Para desgracia de la pareja y del Doctor, Marta dio a luz a Fernando, un bebé al que le faltaba una pierna. Juan había decidido que la culpa era de Doctor y le pondría una demanda millonaria por tal grande error. El caso fue a la corte, y Juan hasta quería atacar físicamente al médico cuando lo vio diciéndole lo que ya había expresado antes que él no quería un hijo inválido. La demanda exigía que el Doctor le pagara un millón de dólares por el error y que se hiciera cargo del niño de por vida. Se mostraron las ecografías en corte, y efectivamente un experto afirmó que se veía claramente que el feto no tenía una de sus piernitas. El Doctor se vio obligado a aceptar el error cometido y hasta fue acusado de que él había estado en manifestaciones en contra del aborto y ese era el motivo por el cual nunca le reveló a la pareja la verdad.

Porfido estaba convencido que salvaba una vida, pero no pensó en las consecuencias y en el desamor que los padres sentían por ese niño impedido. Su seguro de mal práctica se encargaría de pagar la suma indicada por el juez, pero le parecía insólito que los padres quisieran que él personalmente se hiciera cargo del niño por el resto de la vida.

Por su ética como persona, Porfido decidió aceptar la responsabilidad de la crianza del niño, con una condición: que le dieran a él la custodia permanente para tratar de darle el amor que los padres no le querían dar. Los padres estuvieron de acuerdo, ya que era obvio que no querían cargar con un desvalido el resto de sus vidas. Así, el Doctor Porfido que era ya solterón, asumió esa responsabilidad y se hizo cargo de ese niño que no tenía culpa alguna de su error o de que sus padres no lo quisieran. Como el caso se desarrolló en los Estados Unidos donde las personas pueden cambiarse su nombre, el niño se llamó, Fernando Porfido. El amor comenzó a reinar en el mundo solitario del médico, y el muchachito comenzó a crecer con la convicción de que aquél médico era su padre. Mucho después, cuando tuvo uso de razón, Porfido le contó todo el pasado pues sabía que Fernando lo quería demasiado y asimilaría la verdad de buena manera.    

Aunque era muy pequeño para ponerle una prótesis, Porfido decidió que igual se la hicieran y se le cambiaría de acuerdo a su crecimiento. Como médico, pensaba que el muchacho se tenía que acostumbrar desde temprana edad al uso de la prótesis, para que le permitiera manejar el problema físico, pero más que nada el psicológico. Fernando era uno de los mejores estudiantes de la universidad a la que había entrado como becado por sus buenas notas.  

Juan, su padre biológico, terminó llevándose mal con Marta y un día en uno de sus interminables arrebatos, asesinó a su esposa. Apresaron a Juan y como no tenía dinero para su defensa, la ciudad nombró un abogado público para que lo representara en corte.

Cuando trajeron esposado al acusado, le presentaron a su abogado el joven Fernando Porfido. Juan se quedó lívido al ver a Fernando, que por el apellido no podía ser nadie más que su hijo, que pese a todo caminaba tan bien que no se notaba que se valía de una prótesis para hacerlo y que aquel niño invalido al que él y su esposa rechazaron ya era abogado y estaba practicando en su defensa.

En su confesión al abogado defensor, Fernando se dio cuenta de quién era Juan y en vez de rencor, sintió lástima por aquel hombre que se había estropeado lo que le quedaba de vida asesinando a su esposa, su madre biológica.

Lo defendió lo mejor que pudo, y Juan quedó recluido en un hospital de enfermedades de la mente, como que el asesinato había sido hecho en un momento de locura y basado en los problemas que acarreaba Juan cuando nació su hijo al que le faltaba una pierna.

"Una buena acción, genera triunfos"

Categorías: Cuentos

Comentarios

No hay comentarios

Añadir comentario

Encerrando entre asteriscos convierte el texto en negrita (*palabra*), el subrayado es hecho así: _palabra_.
Smilies normales como :-) y ;-) son convertidos en imágenes.
Direcciones e-mail no serán mostradas y sólo serán utilizadas para notificaciones a través de esa vía

Para prevenir un ataque spam en los comentarios por parte de bots, por favor ingresa la cadena que ves en la imagen mostrada más abajo en la apropiada caja de texto. Tu comentario será aceptado sólo si ambas cadenas son iguales. Por favor, asegúrate que tu navegador soporta y acepta cookies, o tu comentario no podrá ser verificado correctamente.
CAPTCHA