EL HOMBRE
Era honesto y soñador
trabajador y sincero
soñaba con ser primero
en todito lo que hacía
siendo peón o dirigente
luchaba por ser mejor
y hasta en cosas del amor
el hombre se desvivía.
La vida le había enseñado
que era bueno cosechar
pues tendría que plantar
para poder recoger
sembrando sobre su huella
con constancia y devoción
le dejaba al corazón
en el amor escoger.
Así formó una familia
y su nido construyó
aquella mujer que amó
lo llenaba de alegría
no sabía de tristezas
ni de penas ni de llantos
disfrutando los encantos
que la vida le ofrecía.
Después llegaron los hijos
a los que crió contento
ellos fueron el cimiento
de un amor puro y radiante
esas eran la semillas
que en su campo florecían
aquellas flores tenían
mezcla de amigo y amante.
Día a día envejeciendo
los años iban pasando
espejos fueron mostrando
unos rostros arrugados
crueles huellas de un pasado
lleno de dicha y de gloria
enterrados en la noria
que el mismo tiempo a cavado.
El destino marcó un rumbo
se llevó a su compañera
él se sumió en su quimera
y hundido en su sufrimiento
elevó su llanto al viento
gimió cuan pájaro herido
y sin amor y sin nido
se refugió en su lamento.
Cuando llegó el primer nieto
hasta lloró de alegría
aquel retoño traía
muchas cosas que añoraba
la vida le retornaba
algo por lo que luchar
le devolvía el soñar
la vida que comenzaba.
Volvió a amar y a ser feliz
pudo seguir su camino
lo dejó todo al destino
logró compartir su amor
contempló con esplendor
que el aire lo acariciaba
y que todo lo que amaba
estaba a su alrededor.
La vida siguió su curso
y aquel hombre envejeciendo
poco a poco fue muriendo
como en invierno las flores
sin odio... sin resquemores
partió dejando este mundo
grabando un surco profundo
y una cosecha de amores.
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